RIAS BAIXAS, UN PAISAJE GASTRONÓMICO POR DESCUBRIR (y 3)
“La única manera de
conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta, y hacer
lo que preferirlas no hacer.”
Mark Twain. Escritor
Volvemos a la costa porque es tan extensa que los lugares
son casi inabarcables en un viaje como el que se hizo de 10 días. La cita es el
resumen irónico del viaje, una experiencia donde todo lo que nos ofrecen es de
interés y merece la pena catarlo porque de vez en cuando no está mal darse un
auto homenaje.
Nos acercamos a la costa de Sanxenxo, en la cercanía, la
playa de las Áreas, se encuentra un pequeño hotel, sin restaurante pero con los
servicios perfectos para poder descansar y hacerlo centro de operaciones de
esta última etapa del viaje. El Hotel Festiñanza nos ofrece una amplia
habitación y una gerente que nos ofrecerá toda la información necesaria para
poder disfrutar de los manjares de la zona, es recomendable hacerle caso.
La primera parada es O Grove. Antes de la comida podemos
coger uno de los barcos turísticos, 13 euros, y visitar las bateas de los
mejillones, además de ver la ría y disfrutar de una hora y cuarto de paisaje
marítimo a tope, nos ofrecen el aperitivo en forma de mejillones y ribeiro.
Como curiosidad, si vas sólo te tratan igual que si vas en grupo. Si te sientas
en una mesa sólo te ponen delante de ti una fuente entera de mejillones recién
hechos y una botella entera de ribeiro para que disfrutes tú sólo de la vuelta
a puerto. Si eres capaz, o estás con más gente, de comerte y beberte todo lo
que te ponen, no tienen problemas en ofrecerte otra bandeja y otra botella, con
lo que a parte de un bonito viaje, podrás tomar el aperitivo en un entorno de
lo más embriagador…
O Grove es uno de esos destinos obligados para un gastrónomo
en unas fechas concretas, la Feria del Marisco que se suele celebrar todos los
años entorno a octubre, este año del 4 al 13, cuando el marisco está en su
esplendor y se puede degustar estas viandas a precio relativamente bajo en unas
carpas instaladas para tal efecto.
Si te paseas por el puerto puedes ver muchos lugares para
poder comer. De unos años acá, la hostelería de O Grove se ha renovado bastante
y ya no existen las pequeñas tabernas de pescador donde antes podías comer los
mismos productos que los pescadores a unos precios envidiables. Ahora hay más
variedad pero también eso afecta tanto al precio como al servicio que no es tan
esmerado como antes.
Yo me incliné por una de los escasos establecimientos añejos
de la zona, sin grandes pretensiones ni lujos pero con un producto de
primerísima calidad. El Restaurante
Puntal, Avenida de Beiramar, 51, tiene peor aspecto que otros cercanos pero os
aseguro que el producto y el precio merecen la pena. Como no podía ser de otra
manera empezamos con unas ostras (10 euros la docena) algo pequeñas pero llenas
de sabor, y continuamos con un lenguado (13 euros) que parecía recién sacado
del mar, con una carne súper tersa y una ensalada de acompañamiento que, según
me dijeron, era de su propia huerta y se notaba. Para terminar el festín le
comenté al dueño mi gusto por el orujo de hierbas casero y me sacó una botella,
sin marca obviamente, que se notaba que era casero, casero, carraspeaba al
pasar de manera bestial, pero el sabor era muy equilibrado e ideal para hacer
una buena digestión. Para terminar la visita lo recomendable es pasarse por la
lonja, de 4 a 7 está la subasta, donde podremos apreciar los productos de la
mar recién sacados y ver los precios a los que se pagan. Como curiosidad, el
pulpo que yo vi se vendió a 6 euros el kilo cuando si vas a un mercado ¿a
cuánto está? Y por supuesto no tan fresco como el de una lonja.
En la zona del hotel, en Áreas, podemos encontrar muchas
taperías e incluso un asador, que por cierto no era muy recomendado por la
gente de la zona pero que no tenía mala pinta. Bajando hacia la playa desde la
glorieta junto al hotel nos encontramos el bar tapería Bolicheiro. Cuando te
sientas en una de sus mesas recuerdas esas situaciones de las películas del
poli bueno y el poli malo, me explico. Habitualmente te atienden dos chicas,
primas me dijeron, una es súper simpática y amable y a la otra para poder
sacarle una sonrisa tienes que enseñarle la cartera y aun así es complicado.
Sin embargo, y tras varios días de comidas extensas, en este local puedes tomar
unas tapas muy bien preparadas sin pretensiones pero con el sabor añejo de las
cosas hechas con la tradición. Os recomiendo las Chouvas, sardinas pequeñas,
que pueden parecer boquerones pero son sardinas y están recién cogidas porque
el dueño es pescador y sabe de lo que habla. También es recomendable el jamón asado,
sobre una cama de patatas fritas y con una salsa espectacular, por último, tiene unos buenos bocadillos, el de chorizo
casero es una maravilla y el de calamares te ofrece un producto muy bien
rebozado con todo el sabor de un buen calamar. Todas estas tapas las
encontramos a unos precios irrisorios para la calidad y cantidad que te ponen,
de 3 a 5 euros lo más caro.
Para terminar el viaje, nos acercamos a Pontevedra para
visitar dos recomendaciones que nos dieron, el restaurante La Cámara y al señor
Luis.
El Restaurante La Cámara está en la céntrica y monumental
plaza de Teucro. Lo mejor es dejarte guiar por los buenos consejos de Alberto,
Manuel o Juan. En barra, junto a uno de los famosos bock, te ponen un aperitivo
que te hace pensar que el lugar elegido es bueno y no vas a salir defraudado.
La comida no pudo ser mejor. Empezamos con un revuelto de erizos (8 euros) con
5 huevos de granja, se notaba por el color, y con el sabor de mar que le daba
el erizo. Muy sabroso, jugoso y bien presentado. Y para continuar, se nos
recomienda un rodaballo a la plancha (19’50 euros). Pese a que puede parecer un
precio alto, os aseguro que en la vida he comido un rodaballo tan bueno, tan
bien hecho y fresco, con una carne espectacular y un acompañamiento…qué acompañamiento.
Junto a unas patatas panadera normales, un timbal de judías verdes llama la
atención. Se trata de las judías verdes, cocidas y confitadas en aceite de
ajo…espectacular. Otra de las cosas que serán habituales en mi casa en esta
temporada.
El segundo motivo para ir a esta ciudad fue el sr. Luis. Se
trata de un paisano de 83 años que desde 1961 vende productos de cerdo casero
en su pequeña tienda, más parece un garaje que una tienda. Desde cabezas de
cerdo a costillas (7 euros kilo) o chorizos (8 euros kilo), picantes o no, a
los maravillosos lacones (7 euros kilo), afirma con rotundidad que jamás ha
tenido una reclamación sobre lo que vende. Este paisano te cuenta su vida sin
tapujos y se llega a emocionar cuando le deseas muchos años de felicidad detrás
de su mostrador mohido y lleno de telarañas. Se nota que vive y disfruta su
trabajo, aunque su cuerpo ya no sea como el de antes y se tenga que sostener
sobre un cayado. Si queréis hacerle una visita y comprar alguno de sus
maravillosos productos, se encuentra en la Plaza Celso García de la Riega,
enfrente de la cafetería Estafeta, en una especie de garaje que abre cuando lo
considera oportuno pero vive justo en el edificio de al lado con lo que puedes
llamarle en cualquier momento.
En definitiva, Galicia es terriblemente sabrosa. Seguro que
merece la pena acercarse a lugares lujosos y con gran fama, pero os aseguro que
si vais de la manera que he ido yo, descubriendo nuevos locales y
recomendaciones de la zona, al margen de la aventura que esto supone, vais a
descubrir pequeños locales que harán de vuestro viaje una experiencia
extraordinaria, vuestro estómago lo agradecerá.