Entre comida y comida es bueno leer. Leer es bueno siempre,
pero entre comida y comida podemos aprovechar para aprender cosas nuevas o
nueves visiones de una cosa. En el tema de la gastronomía, últimamente se han
editado multitud de libros ya que las empresas de los cocineros mediáticos lo
ven como una fuente más de ingresos y publicidad, más que de ofrecer
conocimientos, o los blogs más visitados y seguidos recopilan sus conocimientos
en forma de papel y lo ofrecen para seguir estando a la moda.
Pero muchas veces la verdadera sabiduría gastronómica no se
encuentra en libros de gran formato o lujosos de grandes chef o especialistas
en la nueva cocina, en las influencias minimalistas o en la novedosa cocina
basada en el hidrógeno líquido. El verdadero sabor de una cocina se encuentra
en la tradición, en las recetas de toda la vida y en los sabores de la tierra
cocinados con pasión.
Es por eso, y conjugando la tradición y la moda editorial de
la cocina, que es una satisfacción leer cómo en los Gourmand World Cookbook
Awards, que cada año premian a los mejores libros de cocina y vinos del mundo,
este año se ha colado y ha sido reconocido un libro sin más pretensiones que
dar a conocer el amor por una tradición y el sabor antaño de unos platos casi
desconocidos.“Comida cartagenera de veddá veddá” editado por la Fundación
Transformemos, fue reconocido con el
segundo lugar en la categoría Charity & fundraising (Beneficencia &
recaudación de fondos) de América Latina. Este libro es un libro de comidas
colombianas que denominaban “para pobres” pero que ahora las estudian los
mejores chefs del mundo.
El libro está escrito por hombres y mujeres, la
mayoría albañiles, pescadores, agricultores, amas de casa y cocineras de frito,
que no sabían leer ni escribir. Ahí reside el mayor de sus méritos, Bleys del
Socorro Rosso y Ana Tulia Gómez las recopiladoras de recetas, se dedicaban a
dar de comer a los paseantes en las calles de Cartagena (Colombia) sin mayor afán
que llevar a su casa algo de dinero para sacar adelante a su familia. Como Bleys
dice, sus hijos fueron educados gracias a los fritos que vendía primero en la
calle y luego en el primer piso de su casa. Hasta hace poco, Ana Tulia Gómez, no
sabía leer ni escribir, pese a eso, preparaba las mejores carimañolas de
Cartagena "pero no sabía anotar los ingredientes con los que se
hacen". Según el editor del libro Rodolfo Ardila "Nuestro propósito era el de lograr que
estos hombres y mujeres pudieran recuperar su cultura y sus tradiciones a
través de la palabra escrita”
Este reconocimiento lo es también para todos aquellos que
día a día elaboran sus platos sin más pretensiones que la de disfrutar con la
comida y que, como dice una de las autoras, su “único ingrediente es el amor”,
amor por unas tradiciones, por unos sabores y por una manera de hacer las cosas
que si nos descuidamos pueden desaparecer perdiéndose definitivamente una
sabiduría que no está demás rescatar del olvido.
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