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lunes, 9 de septiembre de 2013


RIAS BAIXAS, UN PAISAJE GASTRONÓMICO POR DESCUBRIR (y 3)
 
“La única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta, y hacer lo que preferirlas no hacer.”
Mark Twain. Escritor

Volvemos a la costa porque es tan extensa que los lugares son casi inabarcables en un viaje como el que se hizo de 10 días. La cita es el resumen irónico del viaje, una experiencia donde todo lo que nos ofrecen es de interés y merece la pena catarlo porque de vez en cuando no está mal darse un auto homenaje.

Nos acercamos a la costa de Sanxenxo, en la cercanía, la playa de las Áreas, se encuentra un pequeño hotel, sin restaurante pero con los servicios perfectos para poder descansar y hacerlo centro de operaciones de esta última etapa del viaje. El Hotel Festiñanza nos ofrece una amplia habitación y una gerente que nos ofrecerá toda la información necesaria para poder disfrutar de los manjares de la zona, es recomendable hacerle caso.

La primera parada es O Grove. Antes de la comida podemos coger uno de los barcos turísticos, 13 euros, y visitar las bateas de los mejillones, además de ver la ría y disfrutar de una hora y cuarto de paisaje marítimo a tope, nos ofrecen el aperitivo en forma de mejillones y ribeiro. Como curiosidad, si vas sólo te tratan igual que si vas en grupo. Si te sientas en una mesa sólo te ponen delante de ti una fuente entera de mejillones recién hechos y una botella entera de ribeiro para que disfrutes tú sólo de la vuelta a puerto. Si eres capaz, o estás con más gente, de comerte y beberte todo lo que te ponen, no tienen problemas en ofrecerte otra bandeja y otra botella, con lo que a parte de un bonito viaje, podrás tomar el aperitivo en un entorno de lo más embriagador…

O Grove es uno de esos destinos obligados para un gastrónomo en unas fechas concretas, la Feria del Marisco que se suele celebrar todos los años entorno a octubre, este año del 4 al 13, cuando el marisco está en su esplendor y se puede degustar estas viandas a precio relativamente bajo en unas carpas instaladas para tal efecto.

Si te paseas por el puerto puedes ver muchos lugares para poder comer. De unos años acá, la hostelería de O Grove se ha renovado bastante y ya no existen las pequeñas tabernas de pescador donde antes podías comer los mismos productos que los pescadores a unos precios envidiables. Ahora hay más variedad pero también eso afecta tanto al precio como al servicio que no es tan esmerado como antes.
Yo me incliné por una de los escasos establecimientos añejos de la zona, sin grandes pretensiones ni lujos pero con un producto de primerísima calidad.  El Restaurante Puntal, Avenida de Beiramar, 51, tiene peor aspecto que otros cercanos pero os aseguro que el producto y el precio merecen la pena. Como no podía ser de otra manera empezamos con unas ostras (10 euros la docena) algo pequeñas pero llenas de sabor, y continuamos con un lenguado (13 euros) que parecía recién sacado del mar, con una carne súper tersa y una ensalada de acompañamiento que, según me dijeron, era de su propia huerta y se notaba. Para terminar el festín le comenté al dueño mi gusto por el orujo de hierbas casero y me sacó una botella, sin marca obviamente, que se notaba que era casero, casero, carraspeaba al pasar de manera bestial, pero el sabor era muy equilibrado e ideal para hacer una buena digestión. Para terminar la visita lo recomendable es pasarse por la lonja, de 4 a 7 está la subasta, donde podremos apreciar los productos de la mar recién sacados y ver los precios a los que se pagan. Como curiosidad, el pulpo que yo vi se vendió a 6 euros el kilo cuando si vas a un mercado ¿a cuánto está? Y por supuesto no tan fresco como el de una lonja.
En la zona del hotel, en Áreas, podemos encontrar muchas taperías e incluso un asador, que por cierto no era muy recomendado por la gente de la zona pero que no tenía mala pinta. Bajando hacia la playa desde la glorieta junto al hotel nos encontramos el bar tapería Bolicheiro. Cuando te sientas en una de sus mesas recuerdas esas situaciones de las películas del poli bueno y el poli malo, me explico. Habitualmente te atienden dos chicas, primas me dijeron, una es súper simpática y amable y a la otra para poder sacarle una sonrisa tienes que enseñarle la cartera y aun así es complicado. Sin embargo, y tras varios días de comidas extensas, en este local puedes tomar unas tapas muy bien preparadas sin pretensiones pero con el sabor añejo de las cosas hechas con la tradición. Os recomiendo las Chouvas, sardinas pequeñas, que pueden parecer boquerones pero son sardinas y están recién cogidas porque el dueño es pescador y sabe de lo que habla. También es recomendable el jamón asado, sobre una cama de patatas fritas y con una salsa espectacular, por último,  tiene unos buenos bocadillos, el de chorizo casero es una maravilla y el de calamares te ofrece un producto muy bien rebozado con todo el sabor de un buen calamar. Todas estas tapas las encontramos a unos precios irrisorios para la calidad y cantidad que te ponen, de 3 a 5 euros lo más caro.
Para terminar el viaje, nos acercamos a Pontevedra para visitar dos recomendaciones que nos dieron, el restaurante La Cámara y al señor Luis.

 
El Restaurante La Cámara está en la céntrica y monumental plaza de Teucro. Lo mejor es dejarte guiar por los buenos consejos de Alberto, Manuel o Juan. En barra, junto a uno de los famosos bock, te ponen un aperitivo que te hace pensar que el lugar elegido es bueno y no vas a salir defraudado. La comida no pudo ser mejor. Empezamos con un revuelto de erizos (8 euros) con 5 huevos de granja, se notaba por el color, y con el sabor de mar que le daba el erizo. Muy sabroso, jugoso y bien presentado. Y para continuar, se nos recomienda un rodaballo a la plancha (19’50 euros). Pese a que puede parecer un precio alto, os aseguro que en la vida he comido un rodaballo tan bueno, tan bien hecho y fresco, con una carne espectacular y un acompañamiento…qué acompañamiento. Junto a unas patatas panadera normales, un timbal de judías verdes llama la atención. Se trata de las judías verdes, cocidas y confitadas en aceite de ajo…espectacular. Otra de las cosas que serán habituales en mi casa en esta temporada.
El segundo motivo para ir a esta ciudad fue el sr. Luis. Se trata de un paisano de 83 años que desde 1961 vende productos de cerdo casero en su pequeña tienda, más parece un garaje que una tienda. Desde cabezas de cerdo a costillas (7 euros kilo) o chorizos (8 euros kilo), picantes o no, a los maravillosos lacones (7 euros kilo), afirma con rotundidad que jamás ha tenido una reclamación sobre lo que vende. Este paisano te cuenta su vida sin tapujos y se llega a emocionar cuando le deseas muchos años de felicidad detrás de su mostrador mohido y lleno de telarañas. Se nota que vive y disfruta su trabajo, aunque su cuerpo ya no sea como el de antes y se tenga que sostener sobre un cayado. Si queréis hacerle una visita y comprar alguno de sus maravillosos productos, se encuentra en la Plaza Celso García de la Riega, enfrente de la cafetería Estafeta, en una especie de garaje que abre cuando lo considera oportuno pero vive justo en el edificio de al lado con lo que puedes llamarle en cualquier momento.

En definitiva, Galicia es terriblemente sabrosa. Seguro que merece la pena acercarse a lugares lujosos y con gran fama, pero os aseguro que si vais de la manera que he ido yo, descubriendo nuevos locales y recomendaciones de la zona, al margen de la aventura que esto supone, vais a descubrir pequeños locales que harán de vuestro viaje una experiencia extraordinaria, vuestro estómago lo agradecerá.

domingo, 8 de septiembre de 2013


RIAS BAIXAS, UN PAISAJE GASTRONÓMICO POR DESCUBRIR (2)


“Quien participa en un banquete sin conocer nada del arte culinario no puede apreciar en la medida conveniente la preparación de los alimentos que se le sirven”
Platón. filósofo griego

Continuamos viaje y relato. En esta ocasión nos separamos temporalmente de la costa para acercarnos a uno de los templos de la tapa gallega, Santiago de Compostela. Un aviso a navegantes que quieran pasar unos días en esta ciudad y dejen el coche en un parking. Parece ser que no se puede pagar con tarjeta cuando el importe supera los 45 euros, tema de seguridad me dijeron, al menos en el parking de la Plaza Galicia.


Para visitar Santiago es mejor alojarse en uno de los múltiples hotelitos / hostales del centro que, como en el caso del hotel Mapoula, te ofrecen lo mínimo necesario para descansar y asearse con un precio adecuado en el centro de esta tumultuosa ciudad. Sí, porque Santiago puede presumir de turistas, peregrinos y también, y por desgracia, de mendigos. Una cosa que sorprende es ver a supuestos peregrinos, con mochila y todo, pidiendo en cualquier esquina, sorprende y entristece.

 
Pero nuestro viaje es gastronómico, por lo que Santiago nos ofrece una gran variedad de posibilidades. Quizás la calle más popular para este menester sea la Rua do Franco, donde los bares y taperías se concentran uno detrás de otro y el viajante se vuelve loco con tanta oferta. Es por eso que destacar, se puede destacar mucho, porque hay mucho, pero para este viajero hubo ciertos sitios que no se olvidarán y puede recomendar con total confianza.

Para unas tapas rápidas, aperitivo o vermut o simplemente para hacer cuerpo antes de comer o cenar, lo ideal es acercarnos bien a la Taberna do Bispo (Rua do Franco 37) o a la Cervecería Petiscos do Cardeal (Rua do Franco 10). En ambos lugares la barra del bar es como las típicas barras vascas, repletas de pinchos que te llaman y que dudas a la hora de elegir por la buena pinta que tienen todos. Desde 1’60 a 4 o 5 euros tenemos tapas que harán despertar nuestros sentidos, como la tapa de pate de pulpo con mahonesa de pimentón (como si de una ración de pulpo feira se tratara) o los Chirretes (Chanquetes en Andalucía). También hay lugares donde por un bock te ponen una buena tapa de cortesía por lo que tanto la Rua do Franco como la paralela Rua do Vilar son las calles ideales para pasear sin rumbo ni tiempo. Obviamente no nos podemos perder el magnífico Mercado de Abastos de la ciudad en la Rua das Ameas y degustar algún producto en las tabernas cercanas.

Pero de Santiago de Compostela no puedo dejar de escribir sobre dos lugares que me parecieron magníficos, con buenos productos y buen precio. El primero es O Boteco (Rua do Franco 31). En este templo gastronómico ponen un lacón con grelos (9’50 euros) que quita el sentido y el cansancio de tanto paseo y de postre podemos pedir unas anchoas con queso tetilla gallego (5 euros) tan espectaculares como las de Santoña, sin espinas, largas y anchas y de sabor intenso que combinan de maravilla con un queso suave como es el tetilla gallego. Si después te tomas un chupito de hierbas casero (2’50 euros) ya puedes ir a echarte una siesta con toda tranquilidad.

El segundo templo gastronómico que recomiendo y al que volveré por sus productos, precio y excelente trato, es Casa Sixto, en el número 43 de la misma calle. Su escaparate ya define lo que podrás degustar dentro, variedad de marisco y pescado de la ría, que parece que saltan de las bandejas. Si tienes la suerte de hablar con la dueña, te guiará por sus platos como un guía por monumentos turísticos. Como curiosidad, me dijo que la Princesa Leticia acudió a su local y salió muy contenta, yo también. Tanto las ostras (12’90 euros 6 unidades) como los percebes (20’90 euros unos 250 gramos) son de la máxima calidad. Es el típico local donde no miras el precio de los productos, muy acorde con su calidad, porque sales satisfecho de todo, de lo comido y de lo pagado. Como me quedé degustando la comida, cerraron el local conmigo dentro y la paisana me ofreció unos mejillones, qué mejillones, y una fideua de marisco que habían hecho para ellos, los primeros pude catarlos pero lo segundo tuve que renunciar porque mi cuerpo ya no podía ingerir nada más. Una charla amena es lo más adecuado para terminar un buen festín gastronómico. Sinceramente, Casa Sixto merece la pena visitar.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Después de tanto festín, el cuerpo pide algo más normalito. Para los amantes de la comida rápida, al menos que sea de calidad. Por eso os recomiendo el Bar Galeón Raiña, en la Rua da Raiña 17, donde podréis degustar desde platos combinado a hamburguesas o perritos o simplemente un menú bien servido por 9’20 euros.

 Continuará…


sábado, 7 de septiembre de 2013


RIAS BAIXAS, UN PAISAJE GASTRONÓMICO POR DESCUBRIR (1)

“He estado a dieta dos semanas y lo único que he perdido han sido dos semanas de mi vida”
Totie Fields, humorista estadounidense
 
Como bien dice la cita del título, cuando se trata de perder, a la hora de hacer dieta, lo único que se puede perder es el tiempo. Por eso yo siempre he pensado que es mejor comer variado y bien todos los días que comer con restricciones un tiempo y en abundancia otro. Un equilibrio hará que el cuerpo se regule y, si queremos, un poco de ejercicio diario nos ayudará a controlar eso por los que algunos están dispuestos a grandes sacrificios, la figura.

Es por eso que sigo otra cita del gran Orson Welles, que decía que “el descubrimiento de un plato sabroso y sano es más provechoso para la humanidad que el descubrimiento de una estrella”. Y es verdad, porque  cuando descubres un plato sano y sabroso se te abren los ojos a una experiencia única y las papilas gustativas hacen fiesta cuando empiezas a catar esos manjares.

La Costa de la Muerte en Galicia se divide en Rías Altas y Rías Bajas. Si bien, todo Galicia, y más en su costa, es un paraíso para los paladares exquisitos, en este viaje nos hemos dedicado a descubrir pequeños negocios, pequeñas casas de comida de las Rías Bajas. Como dice un folleto turístico de la Xunta de Galicia, la gastronomía gallega goza de mayor prestigio por tres razones: “por la calidad de sus productos, la permanencia de la tradición y la evolución respetuosa con ese pasado”. Para ello, nos hemos centrado en unos pocos lugares que pueden ser el resumen gastronómico de la zona y en un objetivo, acercarnos a lugares poco lujosos o de poco renombre donde el precio y la calidad están por encima de la imagen y el márquetin.

La villa marinera de Corcubión esconde un pequeño hotel que posee dos de las características que buscaba, ubicación y buena hostelería. Se encuentra a la salida del pueblo, dirección Fisterra, justo encima de una pequeña playa, con una terraza que hace de la estancia un lujo para los sentidos al poder disfrutar de la tranquilidad del mar y el sabor de las viandas en un mismo sitio. Se trata de As Hortensias (playa de Quenxe s/n). Lo primero que descubrimos los amantes de la cerveza es que si quieres una cerveza grande, en jarra y bien fría, debes pedir un “Bock”. No me han sabido explicar el por qué, de dónde viene ese nombre, pero al nombrarlo el cielo se abre y te ponen delante una cerveza grande en jarra helada que, sinceramente, cuando llegas de un viaje largo, te sienta de maravilla.

Para tomar contacto con la cocina de las rías empezamos pidiendo unas Almejas a la Marinera (16 euros). Grandes, carnosas y con una salsa bien ligada hicieron de este aperitivo un primer paso muy positivo. Posteriormente nos decantamos por un pescado que nunca antes había comido a la espalda y que desde ahora se ha convertido en uno de mis favoritos, cercano a la lubina salvaje. Se trata del Cabracho (19 euros), pez de roca con muchas espinas con una carne blanca como el nácar y un sabor a mar tan intenso que te metía literalmente en el mar si cerrabas los ojos y te dejabas guiar por el sonido de las olas, el olor del plato y el sabor del producto.

Del pueblo tan sólo diré que se ve en poco tiempo, sus calles empinadas esconden edificaciones de otros tiempos como la Iglesia de San Marcos o el Ayuntamiento. En la lonja encontramos una pequeña terracita junto al mar que nos abre la vista a un camino entre allí y el hotel por donde las olas, cuando se embravecían, lograban impactar en los paseantes. Si el paseo abrió un poco el apetito, lo mejor es tomarse una de las tapas de As Hortensias de las que destaco dos, el lacón con queso (13 euros) y las espectaculares croquetas de marisco, unas 13 en cada bandeja (7’85 euros) que me acompañaron casi todas las noches desde entonces por su sabor y buena presentación, con una salsa rosa.
 
 
Estando en la zona, imposible dejar de acercarnos a Fisterra, el fin del mundo que decían, aunque realmente el cabo más al oeste de la península no es Fisterra sino Touriñán, pero Fisterra se lleva la fama. Subir a verlo es un castigo en tiempo de turismo, demasiada gente y escaso aparcamiento, así que lo mejor es bajarse a la lonja y buscar un buen sitio para comer algo. El restaurante Rombos está en la misma lonja y pese que uno de los platos no era de mi mayor gusto, en el otro triunfaron con creces. Las navajas que pude degustar eran exquisitas, tiernas, bien hechas y a un precio razonable, 11 euros. Sin embargo la merluza a la gallega que pedí de segundo me defraudó. Esto es lo que tienen los sitios turísticos, que de vez en cuando te ofrecen algo que ni en la casa propia lo pondrías de comida. Se trataba de una pescadilla seca y congelada, con una salsa gallega por encima que lo inundaba todo y que no tenía ni sabor, y eso que es complicado ya que sólo con un buen pimentón le daría el sabor deseado.
Por la noche, junto al mar, se suelen ver luces de gente paseando y lo que en principio te parece turistas de vacaciones, no lo son. Si bien no te lo quieren decir de manera directa, cuando preguntas por esas luces y la posibilidad de que sean furtivos buscando almeja, navajas o cualquier otro producto, lo niegan todo. No es de extrañar que muchas de esas capturas nocturnas las tengas al día siguiente en el plato en cualquiera de los sitios de la zona.

En Muros, el paseante puede disfrutar de multitud de terracitas donde degustar tapas, como unas buenas sardinas (6 euros) en el bar El Muelle o una Zorza con patatas (8’50 euros), plato contundente donde los haya que no es más que lomo de cerdo adobado en trozos pero que una persona apenas puede comer entera la ración que suelen poner.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Para despedirnos de esta zona maravillosa, lo mejor es relajarse mirando al mar y tomando una refrescante copa.
 
Continuará...